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15 de abril de 2018

"Me pidió que si le pasaba algo que no llore"

Crónica estuvo junto a Itatí, esposa de uno de los héroes del ARA San Juan. Leé la historia de amor que tuvo un trágico final con la desaparición de los 44 tripulantes en aguas del Atlántico sur.

Por Conrado Moreno
@conramoreno

"Él me dejó un video antes de irse, como siempre hacía. Pero esta vez fue diferente porque se estaba despidiendo". Itatí Leguizamón, esposa del sonarista del submarino ARA San Juan, Germán Oscar Suárez, dialogó con Crónica y recordó a su esposo a cinco meses del último contacto de la nave argentina.

La historia de amor de Leguizamón y Suárez comenzó en el 2014, año en el que se conocieron en el grupo religioso "Los Jóvenes Agustinos Recoletos", de Mar del Plata. Entre trabajos sociales en los que ayudaban a los que más lo necesitaban y misiones solidarias, comenzaron a escribir las primeras líneas de su amor.

En febrero de 2015 se pusieron de novios y, tras un veloz romance, en diciembre de ese año se casaron. Sin embargo, Suárez ya contaba con un gran amor que no estaba dispuesto a abandonar: la Armada Argentina. A los 18 años empezó a trabajar en la fuerza, y luego de once, se embarcó en un último viaje del que no iba a volver.

Leguizamón detalló la pasión y el fervor con el que su esposo trabajó para y por la Armada Argentina y, sobre todo, el submarino ARA San Juan: "No se veía haciendo otra cosa, su sueño era ese. Le encantaba ser marino y ser parte de la Armada. Siempre me decía ´bendito día en el que entré en la fuerza´".

Suárez hizo el curso básico inicial de la Armada para después enfocarse en una especialización. Luego de un test psicológico en el que lo analizaron para determinar qué tarea era la más adecuada acorde a su personalidad, descubrió que la del submarinista era la ideal. "Al principio no estaba de acuerdo porque no le atraía ese puesto; quería ser infante de marina, una labor digna de alguien más temperamental, arriesgado y que realice tareas de supervivencia", contó Leguizamón, quien remarcó que su esposo siempre fue "alguien callado y más bien tranquilo".

Sin embargo, aceptó la propuesta de ser submarinista y, una vez que empezó los estudios correspondientes, se dio cuenta de que su lugar era ese. Sin pensarlo, volcó su vida al labor del submarino y, una vez finalizada la formación, se enfocó en el aprendizaje para ser sonarista. Así fue que ocupó ese rol en el ARA San Juan.

Corría el año 2015 y la pareja estaba ajustando los últimos detalles de su casamiento cuando Suárez planteó una cuestión de vital importancia: "Me dejó en claro que él nunca iba a dejar la Armada, y me preguntó si yo lo iba a aceptar así como era, con su trabajo de submarinista", detalló Leguizamón, quien no dudó y le dijo que sí. Suárez le precisó que la esposa de un submarinista debe ser muy fuerte, ya que puede que en un futuro uno ya no esté y ella deba encargarse de todo. "Voy a estar pero, a la vez, no", le dijo en una oportunidad.

A cinco meses del último contacto con el navío argentino, la mujer recuerda el último mensaje que le dejó en tierra firme su marido: un video. En la grabación, el sonarista del ARA San Juan pareciera que se despide de su esposa y le pide que no llore: "Si me pasa algo, tenés que estar bien, contenta y feliz, porque nosotros siempre fuimos felices. Quédate con los recuerdos".

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